El profesor del deseo, Philip Roth

A veces antes de escribir sobre un libro que he leído -nunca antes- me gusta ver opiniones sobre él. La verdad es que una se encuentra de todo, por eso ya está el dicho "lo malo/bueno de las opiniones es que todo el mundo blablablá", pero siempre me acaba sorprendiendo cómo la ingenuidad/estupidez humana no tiene límites (las primeras las mías, of course, -dicho esto sin ironía alguna-).

Ante la lectura de este libro de Roth, este profesor universitario se hace las siguientes preguntas:
"Podemos preguntarnos qué quiere darnos a entender el autor con esta simbiosis del personaje, a quien es posible ver como un joven normal y tranquilo, acorde a su situación familiar, de pronto desconcertado ante el mundo desatado en su personalidad por los instintos. ¿Busca Roth de esta manera cuestionar la realidad de los jóvenes norteamericanos, perdidos en un libertinaje de exploración sexual nunca antes visto? ¿Busca dar a entender que una vez desatados los frenos de la libido las sociedades están perdidas? ¿Pretende graficar los problemas que surgen una vez abiertas las compuertas del placer? O, sencillamente, ¿está buscando retratar el mundo actual tan distinto al de su época?"

La verdad es que es para alucinar. 

1º Da por supuesto que el personaje es "normal y tranquilo" cuando se comporta al modo de la discreta y encantadora burguesía.
2º Da por supuesto que el libertinaje sexual lleva a la perdición.
3º Da por supuesto que desatar los frenos de la líbido destruye la vida en sociedad.
4º Insiste en dar por supuesto que abrir las compuertas del placer genera problemas.

Suponer todos estos supuestos es no entender para nada a Roth. Digamos que no es no entender lo que quiere decirnos en su obra -que también-, es no entender ni siquiera el contexto semántico más evidente del libro que es, simplemente, la insatisfacción existencial del ser humano a través del personaje David Kepesh.

Pero en fin, esto no es lo que me importa. Lo que de verdad me importa de Roth es su falta absoluta de pudor, su verdad descarnada, su sinceridad sin ambages (toma, tres clichés seguidos). Es una bestia parda. Leerlo duele, escuece, pero no por eso es menos verdad. Desde luego, la vida sexoamorosa monógama en la novela -bien en su versión intensita (Helen), bien en su versión edulcorada (Claire)- no funciona. Kepesh siempre recuerda y revive su relación con la sueca Brigitta -sadomasoquista, queer, poliamorosa, swinger- como lo más de su vida. Lo mucho más. Y es tan honrado como para no hacer ni un lamento por el paraíso voluntariamente perdido, sino aceptación muda de la insatisfacción a la que se ven abocadas todas las relaciones amorosas convencionales posteriores a Brigitta. Más claro, agua. O blanco y en botella, etc.: hoy estoy rumbosa.

En un momento aparece un personaje de corte parecido a Max Demian (Hermann Hesse), Baumgarten, que nos explica a todos lo que le interesa como escritor a Roth (¿a quién si no?): a él le interesan los escritores que se manchan de mierda, que se incriminan. No piensa contribuir ni en una línea a la dinámica de la expiación y el arrepentimiento. Señores, esto es lo que hay en Roth, al que no le guste que mire para otro lado, pero la verdad es ineludible:


Comentarios

  1. Comienzo en este mismo momento su lectura. El segundo de Roth tras "Elegía". Ambos a cuenta tuya. Saludos.

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