Melancolía, de Lars Von Trier.

Hacía tanto tiempo que no iba al cine que me da vergüenza decir la cifra exacta. Como todo lo que ha pasado este fin de semana, la película ha adquirido una significación definitiva.

"Melancolía" es probablemente un íntimo diálogo del director sobre el absurdo de la existencia humana. La impresionante Kirsten Dunst representa el hastío vital, la lucidez de quien es consciente de la radical soledad del ser humano. Charlotte Gainsbourg (no menos impresionante, pero me quedo con KD) representa la voluntad de creer en los ritos convencionales como modo de escapar a la desazón existencial.
La melancolía, en la Edad Media, era uno de los cuatro humores que se encontraban en el cuerpo humano y que definían el carácter de cada uno según el predominio de uno u otro humor. Según Durero, el exceso de inteligencia paralizaba al melancólico, pues le hacía comprender que ninguna de sus acciones tenía sentido realmente. Kirsten Dunst en la película somatiza esa parálisis mientras que Charlotte Gainsbourg lucha en una actividad frenética contra la desolación de una muerte segura e inminente. Lars Von Trier no moraliza, por eso los tres personajes protagonistas acaban con las manos enlazadas esperando la colisión del planeta.
Pero, realmente, sólo desde la lucidez del que no puede creer en nada (KD en la película), uno se puede salvar: mediante la imaginación, o la metáfora, o la literatura, o el cine o, simplemente, la verdad desnuda.
Y los hijos.
Los hijos.

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