Posesión, A.S. Byatt, y la posesión (IV)

Como todo lo que escribe Antonia Susan Byatt, nada es simple ni tiene apariencia de simplicidad. La literatura posee a todos los personajes, es un hecho, pero las inquietudes de la autora en torno a la posesión no se refieren únicamente al plano literario. De hecho, estoy leyendo su novela La mujer que silba, posterior a Posesión, y creo que puedo afirmar que es un tema clave para la escritora. 
Hay una película que expresa a la perfección el conflicto de la posesión para las mujeres: Retrato de una mujer en llamas. En la película se narra la especial fraternidad que se forja entre un pequeño grupo de mujeres que, por circunstancias ajenas a su voluntad, tienen que pasar una temporada apartadas en una casa frente al mar. Libertad, ruptura de las jerarquías sociales y sexualidad surgen espontáneamente, fruto de la ausencia masculina.

(Aquí una escena de la película, donde la sirvienta borda y las señoras hacen las labores del hogar en perfecta y libre armonía)


En este sentido, Christabel y su amiga Blanche, fundan un proyecto de vida basado en esa misma libertad que vemos en Retrato de una mujer en llamas:
De Christabel a Ash: "Voy a aducir en mi descargo una breve historia. Una historia de pequeñas acciones sin nombre, olvidadas. De nuestra casita de Betania [...] Formamos un proyecto, mi querida compañera y yo, de hacernos una Betania donde el trabajo de toda índole fuera llevado a cabo en el Espíritu del Amor y de Sus Leyes. [...] Pero teníamos que renunciar al mundo exterior, y a las usuales esperanzas femeninas, a cambio de, no sé si atreverme a decir el Arte: un deber cotidiano de crear, desde cortinas exquisitas hasta pinturas místicas, desde bizcochos con rosa de azúcar hasta la Epopeya de Melusina. Fue un Pacto Sellado; no digo más. Fue un modo de vida elegido -en el que, créame, he sido prodigiosamente feliz, y no sólo yo".

Ante semejante declaración de intenciones, Ash, en su enamoramiento, se propone conquistar a Christabel sin que ella pierda esa libertad buscada:
"La observaba atentamente. Notó que no adoptaba los modales que hubieran sido propios de una esposa. No le acercaba las cosas en la mesa. No se inclinaba hacia él con familiaridad, no se sometía. [...] Él haría cambiar todo eso. Podía hacerlo cambiar, estaba pasablemente seguro. La conocía, pensaba. Él le enseñaría que no estaba en su posesión, le haría ver que era libre, la vería desplegar las alas". 

Es obvio que esto en sí mismo es una paradoja. Christabel lo sabe, lo sabe desde el comienzo, por lo que, llegado el momento, decide cortar toda comunicación con Ash. Éste, desesperado, le escribe: "Me siento acusado, también, por tus acciones, de haberte amado incluso, como si mi amor fuera un acto de fuerza brutal, como si yo fuera un violador sin alma salido de un Romance despreciable, del cual tuvieras que escapar, expoliada y arruinada".

Telita. Más claro, agua. Cristalino.

Ese aliento de libertad llega hasta Maud que, a través de Christabel y del yugo que le supone su propia belleza, comprende la fragilidad de las mujeres: "Yo sé lo que ella sentía sobre su huevo sin romper. Su posesión de sí misma, su autonomía. Yo no quiero perder eso. ¿Me comprendes?". El final del libro resuelve la cuestión de la autonomía de Maud de esa maravillosa forma irónica y erudita de Byatt. No haré (más) spoilers.

Usando un verso de Jero Romero: "el drama no es que solo haya amor", el drama es la posesión.



P.D.: Muchas referencias aquí: la serie Querer, de Alauda Ruiz de Azúa; La vegetariana de Han Kang...

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