Posesión, A. S. Byatt, y la literatura (III)
Si tuviera que elegir una etiqueta para definir Posesión, diría que es un libro sobre literatura. Los personajes son poetas o críticos literarios; la obra es un enorme palimpsesto donde se superponen todo tipo de textos literarios: poemas, cuentos, canciones, emblemas florales, crítica literaria, psicoanálisis literario, conversaciones, cientos de conversaciones sobre literatura y el mito de la propia identidad.
Uno de los temas literarios que sostiene este enorme entramado textual es el de la ficción como verdad. Es cierto que estaba de moda en la crítica literaria de los años 90, la época en la que Antonia Susan Byatt escribió la obra, pero también hoy muchas voces reclaman una vuelta a una perspectiva que considere la historia de las estéticas más certera que la razón en cuanto a conocimiento humano se refiere. Muchas de las conversaciones que mantienen los poetas victorianos del XIX, Ash y Christabel, versan sobre esto mismo, sobre el valor de la literatura y las estéticas de la Imaginación:
De Ash a Christabel: "Le diré que la única vida de la que estoy seguro es la vida de la Imaginación. [...] la Poesía puede hacer que ese hombre [personaje] viva durante todo el tiempo que usted o quienquiera le crea vivo. [...] ¿Vislumbra usted lo que quiero decir? Yo, cuando escribo, sé. Recuerde aquellas palabras milagrosas del joven Keats: de nada tengo certeza, sino es de la santidad de los afectos de Corazón y la verdad de la Imaginación. [...] Dígame que lo sabe; y que no es tan sencillo, ni sencillamente rechazable: que hay una verdad de la Imaginación".
A lo que Christabel responde que en su siglo ya no es posible la verdad de la Imaginación, oscurecida por el creciente materialismo de la época: "Lo que era entonces un poeta-vidente, daimon, fuerza de la naturaleza, la Palabra- no es lo que es ahora, en nuestra época de engrosamiento material".
Lo realmente bueno de la novela es que las conversaciones entre Randolph Henry Ash y Christabel LaMotte acaban resonando en las conversaciones de los estudiosos de los poetas victorianos, convirtiendo toda la obra en un continuum conversacional fascinante. Roland y Maud, empapados de antirromanticismo, desconfían de las metáforas como exégesis y cuestionan racionalmente los límites del pensamiento estético:
Roland a Maud: "¿Nunca has tenido la impresión de que nuestras metáforas se nos comen el mundo? Quiero decir que todo conecta con todo, continuamente... y me imagino que uno estudia, yo estudio, la literatura porque todas esas conexiones parecen a la vez inagotablemente interesantes, y también en cierto sentido poderosas y peligrosas, como si tuviéramos una clave de la verdadera naturaleza de las cosas".
Maud a Roland: "Narcisismo, el yo inestable, el ego fracturado, pensó Maud: ¿quién soy yo? ¿Una matriz para un murmullo de textos y códigos? Era a la vez una idea agradable y desagradable. [...] Resulta que lo sabemos todo. Y lo único que hemos descubierto es una magia simpática primitiva. Todo tiene que ver con nosotros, y estamos tan encerrados en nosotros mismos.. que no vemos las cosas".
Tras un costoso proceso, en el que Christabel y Ash ya les llevaban bastante ventaja, Roland y Maud logran desembarazarse de sus prejuicios intelectuales y acceder a la verdad simbólica:
(Roland) "Lo que Ash decía -no a él concretamente, no había una comunicación privilegiada, aunque fuera él quien casualmente estuviera allí, en aquel momento, para entenderlo- era que las listas [de palabras] eran lo importante, las palabras que nombraban cosas, el lenguaje de la poesía". A partir de ese momento, Roland será capaz de leer y escribir como si "las palabras fueran seres vivos o piedras de fuego". Verá que "Christabel era la Musa y Proserpina y que no lo era", y eso le parecerá tan interesante y tan justo, una vez entendido, le causará risa.
Lo que les ha ocurrido es que las maneras en que es posible nombrar la realidad se hacen más interesantes que la imposibilidad del lenguaje de ser fiel a la realidad.
Y eso es lo que a mí me interesa de la literatura y de esta maravilla de libro.
P.D.: Voy a acabar aquí, pero no acabaría nunca. Por ejemplo, me ha encantado la resonancia entre este poema de Christabel y la estrofa de Miguel Hernández.
muere consumido y negro.
El fuego que arde en el aire
no deja carne ni hueso.
Enterrado vivo por el llanto,
una revolución dentro de un hueso,
un rayo soy sujeto a una redoma.
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