Posesión (A. S. Byatt) y el romance.

En nuestro mundo (que suele ser bastante limitado), asociamos romance al concepto de romántico, entendido bien como sentimentalismo exaltado bien como todo lo que conduce a edulcorados finales felices. De hecho, la novela se publicó como Possession. A romance y apareció en la sección de novela romántica del Círculo de Lectores. No quiero imaginar la sorpresa que se llevarían quienes esperaran un folletín romántico-sexual del tipo Megan Maxwell y se encontraron este laberinto filológico.

Sin embargo, el término romance, según algunos críticos literarios, es un concepto mucho más amplio. Algunos lo definen como uno de los patrones básicos de la imaginación, entendidos como variaciones del mito de la búsqueda de la identidad. El mayor tesoro que el héroe o la heroína del romance conquista en su trayectoria de búsqueda de la identidad en tensión con el mundo es, simbólicamente, un viaje a las profundidades más oscuras de la conciencia y la naturaleza humana. Ese viaje se convierte en un esfuerzo por descubrir su relación con la naturaleza, con otros seres humanos y consigo mismos y afirmar la prevalencia del bien y la vida frente al mal y la muerte, incluso en situaciones de crisis y descenso a los infiernos.

En la introducción a Posesión, Byatt recoge la definición de romance de Nathaniel Hawthorne, según la cual las invenciones del autor (ella misma) están justificadas en el intento de "enlazar un tiempo pretérito con el presente mismo que vemos alejarse presuroso". Quiero entender que es una especie de prefacio irónico, por parte de Byatt, al estilo de las captatio benevolentiae, porque todo lo que aparece en el libro, absolutamente todo, es inventado: "¿Cuántas mentiras le costó hacer/la majestuosa verdad con que aquí nos obsequia?". De nuevo, la ficción como verdad.

A mi parecer, el romance en Posesión, en esencia, remite al exquisito paralelismo que trama la autora entre las historias del presente y las del pasado en el esfuerzo de los héroes y las heroínas por descubrir su relación con la naturaleza, con otros seres humanos y consigo mismos en la peor crisis de sus vidas.

(Referencias: Luis Beltrán Almería, Julián Rodríguez Álvarez)





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