No surprises

Suena No surprises de Radiohead todo el tiempo, igual que en otra madrugada de 2010. Como no sé inglés, en mi cabeza solo resuena "silent" y es más que suficiente para que aquella madrugada de 2010 en la que perdí a mi padre haya comenzado a fundirse con esta madrugada en la que lo he perdido para siempre.

Es una noche de mayo perfecta, silenciosa y templada. La ciudad está vacía y yo la contemplo desde la ventana de la duodécima planta del hospital. Me he acordado de otra madrugada en la que tenía veintipocos años y venía de trabajar de camarera en un pub. Al bajar el puerto de La Muela vi la ciudad a mis pies y pensé que había un lugar en ella que me pertenecía. Era verdad, me pertenecía. Pero han pasado más de 20 años desde entonces y esta noche la ciudad no me pertenece ni yo pertenezco a ella. Es un decorado del plano secuencia que lleva encuadrando durante más de dos días el final de mi padre.

No quiero irme de la habitación. Quiero ser la última en salir para atesorar todo lo que pueda tu presencia. Sé que ya no tienes pulso y que ya no respiras, pero eres tú y es la última vez que voy a estar a solas contigo.

Estoy agotada y no me sostienen las piernas, tengo que irme. Comienzo a caminar muy despacio, casi de espaldas, mientras te miro. Estás con los ojos cerrados y cada vez un poco más lejos, como cuando un plano se abre y se aleja a cámara lenta.

Dejarte allí solo, suspendido en los aires difíciles de la habitación de la duodécima planta, es la cosa más difícil que he hecho en mi vida.

Desde el aparcamiento miro hacia arriba, muy arriba. En la duodécima planta tu habitacion es la única que tiene luz. Adiós, papá. Enciendo el motor del coche.

Sigue sonando No surprises de Radiohead. Casi todo el tiempo. Durante el camino de vuelta a casa conduzco muy despacio porque no tengo fuerzas para concentrarme si voy deprisa. La carretera es un túnel oscuro y no lleva a ninguna parte.

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