Un amor, Sara Mesa

He estado mucho tiempo dudando si leer a Sara Mesa. Ya comenté las reticencias que me despiertan las buenas críticas casi unánimes de los autores españoles. 

Las primeras páginas apuntaban a la confirmación de mis prejuicios: vaguedades pretenciosas y desarrollo de atmósferas opresivas que no llevaban a a ningún fin. A mitad del libro un giro inesperado en la trama despierta mi interés: una situación sexual moralmente compleja transforma los melindres existenciales en auténtica fragilidad humana. Y me dije: aquí comienza la lluvia de sangre, sudor, semen y lágrimas que, según Bolaño, debe contener la verdadera literatura. Pero no, enseguida la trama se resuelve de un modo bastante convencional. 

El alarde de contención que en un principio me pareció admirable procede de una técnica narrativa más propia del cuento o el relato que de una novela. Para las que nos gusta la literatura hasta el delirio, el delirio verbal hasta la locura, demasiada contención y poca resolución. Para los amantes de la literatura breve, lo recomiendo sin duda.

Visto como espejo de Feria se entienden muchas cosas: hay una España que escuece mucho. Unas veces deslumbra mirarla, como en Feria; otras veces desasosiega, como en Un amor. 

[Hay otro tema en relación con esta novela (con la mujer de la novela) que me interesa y que esta semana ha estado presente en prensa a raíz de la película La peor persona del mundo. No he visto todavía la película, pero me interesa mucho el debate que ha generado sobre "la mujer treintañera". Me resulta muy curioso ese interés generalizado por categorizar la ontología femenina. ¿Quiénes somos "las mujeres"?]



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