Encrucijadas, Jonathan Franzen

En una entrevista reciente, Jonathan Franzen afirmaba que siempre escribía la misma novela y que, como procedía de una familia disfuncional, todas sus novelas hablaban de familias disfuncionales. Es verdad. 

En Las correcciones y en Libertad las relaciones familiares disfuncionales son el ámbito individual donde se simbolizan universales humanos como la honestidad, la verdad o la libertad. Pureza se construye sobre otro topos: las dinámicas de poder y control encarnadas en la controvertida figura del líder espiritual de masas y la relación que éste mantiene con la protagonista. 

Es bastante probable que la trilogía Encrucijadas se convierta en la gran obra de Franzen, principalmente porque fusiona ambas líneas argumentativas de un modo magistral: narra las relaciones disfuncionales en una familia en la que el padre, además, es un líder espiritual religioso. De un modo u otro, todos los personajes intentan superar moralmente a los demás, cuando en realidad lo que hacen es oscilar entre la obsesión narcisista por lo que realmente desean, alimentada por el orgullo en términos de merecimiento, y la culpa o autocastigo con el que pretenden redimirse para lograr ser buenos. Esta es la verdadera encrucijada con la que los personajes se ven enfrentados una y otra vez.

La novela es brutal. Como suele ocurrir con Franzen todo empieza "como si nada" y, poco a poco, va intensificando la trama exponencialmente en el cierre de cada capítulo, como si fuera un plano secuencia en el que cada vez abrimos más y más el plano para incorporar elementos de resonancia poética. Hay pasajes de extraordinaria belleza, espiritualidad e intelectualidad y crescendos de fabulosa degradación moral. La conexión profunda con el mundo natural está muy presente y también el tópico de la alabanza de la vida retirada del mundanal ruido que ya vimos en Libertad.

Encrucijadas es una de las grandes novelas de la literatura contemporánea, sin duda. La he ido leyendo poco a poco, a ratos, para que me durara más. Esperaré ansiosa la publicación de la segunda parte. 

(La única pega que le encuentro es cierto tufillo misógino del que no logra desprenderse, lo razona dentro de la propia novela, pero es verdad que los hombres tampoco salen muy bien parados).




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