Lluvia fina, Luis Landero

Conocí a Luis Landero a principios de los 90 en un bar de Zaragoza que se llamaba Cinemascopa, un local que pretendía aunar copas, cine y literatura. Quebró pronto.

Presentaba en él su mejor novela, Juegos de la edad tardía, y le pedí un autógrafo. Yo tenía 20 años y estaba enferma de literatura, aunque no me atrevía a decir en voz alta que la novela no me había hecho ni fu ni fa. Se apoyó en mi espalda para escribir, a falta de mesa cercana. En él ponía: "Para B., cuyo hermoso pelo no me deja decirle lo guapa que es". Por aquel entonces me pareció castizo y con gracia. He lamentado muchas veces haberlo perdido, no por mitomanía, sino por sentimentalismo.

30 años después leo una segunda novela suya, Lluvia fina. El toque castizo y costumbrista perdura. Emula (¿conscientemente?) la mojigatería de Galdós, pero le falta el bisturí galdosiano, por lo que termina emanando de su escritura cierto tufillo a novela española del siglo XX pasada de moda. Luis Landero es un buen escritor, pero como le ocurre a muchos escritores españoles tiene cierta tendencia al abuso de la enumeración sensacionalista y algo vacua. Efectismo y poca chicha estilística.

Lo más interesante de la novela tiene que ver con la trama: una familia deposita la narración de sus recuerdos en una nuera. Todas las versiones de la misma historia familiar son distintas, a veces radicalmente distintas. La falta de entendimiento entre los hermanos y la madre de la familia acabará siendo trágica, porque está fundamentada en la intransigencia absoluta hacia la vivencia de los otros y hacia el relato de esa vivencia.

Philip Roth dice que estamos condenados a malentendernos. Acabo de leer en Manuel Vilas que "no hay dos seres humanos que recuerden de la misma manera". Últimamente en mi vida y en los libros que leo aparece recurrentemente la que parece ser la única verdad verdadera de todas, a la que nos vemos abocados cuando nos hacemos mayores. Es una verdad que acabará con nosotros si no aprendemos a salvar el espacio que hay entre el relato de uno y el relato de los otros.

Solo hay una manera.

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