Manual para mujeres de la limpieza, Lucia Berlin

En el último año lo hemos conocido todo de Lucia Berlin: los detalles autobiográficos que sustentan sus relatos, las analogías literarias con su obra -sobre todo americanas- y un largo sin fin de elogios de todo tipo. Merecidos.

Lucia Berlin es excelente. Una de las grandes escritoras de relatos del siglo XX, sin duda. Y por eso el libro se me ha quedado pequeño. 

Al comienzo me resultaba frustrante no poder leer más de cada relato. También me distraía el tono, que cambiaba bastante de uno a otro. De la selección de Lydia Davis se echa de menos sin duda el criterio cronológico, o incluso temático. No es que prefiera un orden convencional, es que se percibe claramente la densidad de algunas historias sobre otras al repetirse a lo largo de los años. Colocadas juntas el efecto poético de las mismas se potenciaría. 

A mitad de la selección decidí relajarme y leerlos como si de una sola historia se tratara. Quedé hipnotizada. El lenguaje exquisito, la crudeza y la contención. Todo.

Lucia Berlin nombra como de pasada la Sonata de Otoño de Valle-Inclán, las clases impagables de Ramón J. Sender. San Juan De la Cruz, se esconde en otro de sus cuentos. Y en su mejor cuento, "A ver esa sonrisa", nos cuenta la historia de dos Altazores, brillantes como estrellas, fuera de este mundo. Altazor. Sólo alguien como ella podría metaforizar el poema del modo que lo hace. 

No se puede decir mucho más. Pero Huidobro y Valle-Inclán deberían ser suficientes avales para una escritora que no los necesita. Simplemente, hay que leerla. Como las grandes sabe muy bien que al escribir: "de hecho, podría mentir y aún así decir la verdad". 
Es decir, la materia de la que está hecha la buena literatura.

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