El verano sin hombres, Siri Hustvedt

Los libros de Siri suelen perder el fuelle en algún momento de la narración. En algunos, como éste, sucede sin más. En Todo cuanto amé se ve que a la escritora le pueden las ganas de contar todas las historias y la cosa se le va de las manos. En otros, como El mundo deslumbrante, es posible que forme parte de la deconstrucción de la trama, todavía no lo tengo claro. Quizás se deba a la naturaleza intelectual de Siri, que se intuye desbordante, volcánica. En cualquier caso, no me importa mucho.

Hay algo muy entrañable y muy cercano a mí en sus ensayos y en su narrativa. Puedo imaginarme con ella en un café, hablando durante muchas horas. Son muchas las cosas que me interesan de lo que escribe, son muchos los puntos de encuentro como para que me importa que la trama falle. Incluso si flojean también otras cosas.

El comienzo de la novela es sorprendente en una escritora que se declara feminista como ella. La protagonista acaba de ser abandonada por su marido, que se ha enamorado de una mujer joven, inteligente y bella. La ira y la vulgaridad con el que el tema se aborda me dejó estupefacta. Las primeras páginas son la rabieta de una mujer madura despechada y cargada con todos los estereotipos sexistas más conocidos en este tipo de situaciones: cosificación de la rival, ridiculización del amado marido, mesado de cabellos por los años generosamente dedicados a la carrera de él y al cuidado de la hija, autohumillación... En fin. Supongo que esa oscilación entre el sexismo y el feminismo es humana, al fin y al cabo. 

Lo interesante no son tanto las "debilidades humanas" de Siri, que son como las de cualquiera de nosotros, como los artificios literarios, que es lo que me apasiona. En las novelas de Siri siempre hay artistas cuyas obras funcionan como mecanismos que esconden lo obvio, mecanismos muñequizados que hay que desentrañar. En esta novela Siri realiza una metáfora de los artistas de sus obras jugando con los personajes femeninos como sus divertimentos secretos: cinco niñas, cinco abuelas, una mujer en plena crianza y la protagonista en medio de todas, activando de un modo muy obvio y encantador los mecanismos de cada una de ellas para hacerlas bailar al son de su historia personal, contada desde la niñez hasta la vejez anticipada.

Sin embargo, en cuanto se adivina que el marido va a volver con ella, vemos como la autora pierde el interés. Ya sólo le interesa frivolizar, ironizar y acabar la historia lo antes posible. Una pena.

No obstante nos deja un regalo: el personaje de Abigail y sus maravillosos bordados secretos. 

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