Sumisión, Michel Houellebecq

Antes de escribir esta entrada he leído lo que hace tiempo escribí sobre otras novelas suyas y he recordado la sensación que me producían. Houellebecq en ellas luchaba contra todo y contra sí mismo hasta que llegó El mapa y el territorio en 2010 y con ella la "muerte del autor". El mapa y el territorio es la novela más desoladora de todas las de Houellebecq, la que nos asoma al vértigo del vacío existencial más radical de toda su obra. No es una rendición en sí misma, es una renuncia a seguir existiendo. Después de esa novela, años de silencio.

Vuelve el autor cuatro años después con Sumisión, la obra que más polémica política y cultural ha despertado de todas las que ha escrito -polémica superficial, como casi todas las polémicas que alimenta el medio cultural mientras los discursos verdaderamente desestabilizadores pasan desapercibidos-. En Sumisión se narra, como todo el mundo sabe, la llegada al poder de un régimen musulmán al que todos los estamentos sociales, políticos y culturales de Francia se someten.
La fábula política sirve de trasfondo para narrar lo que a Houellebecq realmente le interesa (y lo que nos interesa a sus lectores): el devenir existencial del ser humano. Bien avanzada Sumisión se dice en un momento que "la cumbre de la felicidad humana reside en la sumisión absoluta". 
Felicidad. Sumisión. 
Inaudito. 

Michel Houellebecq hablando de la felicidad de la sumisión podría sonar como el colmo de la ironía. Por un lado estoy segura de que lo es. Por otro lado… suena a rendición verdadera. Sólo aquellos que de verdad se han sometido saben que lo que hay detrás de la sumisión es en gran medida una felicidad profunda. La felicidad que supone abandonar el peso del sentido de la existencia, liberarse del yugo del libre albedrío y depositar toda nuestra fe y capacidad de actuación en quien nos libera de pensar.

¿Trágico? No lo sé. El tono de la novela es tan mesurado, tan casi aséptico que me da por pensar que no sólo es una delicada maniobra ficcional para reforzar la ironía, sino que quizás asistimos a la vuelta a la ilusión de la utopía que tantas veces aparece en sus novelas en forma de secta.
Aunque esta vez la utopía es la fe en la sumisión.

Y ya se sabe lo que ocurre con la fe… 




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