La melancolía es un arma

Para defenderse del presente.

Como en muchas noches de verano anteriores, me asomo a la ventana y veo la luna llena en la piscina.
Me desnudo y me baño mirando la noche clara, pero la melancolía gozosa, esa forma rara de estoicismo, ya no me sirve.
Ya no hay armas ni defensas, sólo desnudez y fragilidad.
Todavía siento el impulso de agarrar el escudo hoplita, pero no levanto los brazos. No me muevo.
Me he prometido a mí misma no defenderme nunca más.

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