El mundo deslumbrante, Siri Hustvedt

"Todavía tienes tiempo para cambiar las cosas.
Los vómitos desaparecieron. No permitáis que nadie os diga que las palabras mágicas no existen".

El prólogo de El mundo deslumbrante acaba con estas líneas y parece enlazar, uniendo principios y finales en espiral, con mi siguiente lectura: La danza de la realidad, de Alejandro Jodorowsky. Las palabras mágicas, las máscaras que no sirven para ocultarse sino para revelarse son lo que tienen en común Siri y Jodorowsky.

A El mundo deslumbrante le sobran unas 70 páginas en mi opinión. El laberinto polifónico de la novela es demasiado alambicado y algo repetitivo a mi parecer, pero no tiene demasiada importancia porque lo que me interesa es que Siri haya elegido, precisamente, un laberinto para encontrarse. Si las anteriores novelas de Siri discurrían por cauces narrativos más bien tradicionales, en esta novela la autora decide elegir como protagonista a una mujer artista que vive la mitad de su vida a la sombra de su marido, una celebridad del mundo del arte. Cuando él muere, rehace su vida como creadora eligiendo diferentes máscaras masculinas tras las cuales dar a conocer su obra artística.

El relato feminista de la obra no me interesa demasiado, por obvio.

Me interesan las máscaras que Harriet-Harry se pone para poder mirarse de verdad.

Me interesa mucho más esa Siri que crea a un personaje como Harriet-Harry, un hermafrodita, alguien  masculino y femenino que vomita personajes de ficción, entre los cuales está ella misma.

Me interesa, sobre todo, esa Siri que lucha por escapar de las convenciones artísticas mediante la escritura de una épica paródica, feraz y descontrolada, sobre sí misma.





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