Hermanas.

Paso hacia mi habitación para acostarme a leer Las Correcciones, de Jonathan Franzen, y veo a mi hermana enfrascada en las doscientas últimas páginas de Libertad, de Franzen.
Nos separa un tabique pero sé lo que lee porque yo se lo he recomendado y porque leo lo mismo en mejor versión de diez años antes. Las historias de Franzen nos rondan como buitres en este momento de nuestras vidas.
Pero entonces Miguel viene riendo por el pasillo y la angustia se diluye.
No sé si lo conseguiremos.
Pero lo intentamos.

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