Los recuerdos, David Foenkinos

Durante el primer tercio de la novela mi principal sentimiento era el cabreo. Ya lo dije: ¿otra vez los mitos románticos y su sentimentalismo facilón? Por favor.
Sin embargo, conforme avanzaba, se adivinaban algunas cosas interesantes. La mención de la sensualidad como el sentimiento más poderoso -talismán- frente al tedio de la vida y al vacío de la muerte fue la clave para que la novela no se precipitara hacia el imaginario sentimental burgués más convencional.
Por otra parte, si la novela se sustenta, principalmente, sobre el sentimentalismo, ¿qué sentido tiene la mención a la sensualidad?, ¿se puede ser sentimental y sensual? En realidad, ¿no es el sentimentalismo una especie de memoria melancólica de la sensualidad? Supongo que en algunos casos -como en esta novela-, sí. En otros casos el sentimentalismo es un burdo parche para el aburrimiento vital.
Foenkinos es listo. Listo al modo de personajes como los de las películas francesas "Mentiras sin importancia" o "El primer día del resto de tu vida", donde la crudeza de la vida se describe con la elegancia que proporciona la sinceridad junto a la contención escatológica. Nada es en ellas realmente estridente: ni el sexo, ni el amor, ni la muerte o la vejez. Todo sucede desde una óptica algo melancólica no exenta de pasión, por antitético que pueda sonar.
Es un libro delicioso. No hay vísceras, no hay semen ni sangre. Pero es una delicia, eso es innegable. Bien por Foenkinos.

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