La muerte de Iván Ilich, Lev Tolstoi.

Llevo meses sin leer nada que no sea de Bolaño. Tengo tan poco tiempo para hacer el trabajo que no me puedo permitir el lujo de leer nada más, aunque sí estoy haciéndome con una lista de imprescindibles para este verano. Hoy, volviendo de un viaje (horrible), he leído este relato corto, esta especie de cuento moral.

La historia comienza con lo que parece la típica trama realista decimonónica. Pero la prosa de Tolstoi no es cualquier cosa. Comienza con un tono ligero e irónico. En tres o cuatro frases muestra sutilmente los rasgos psicológicos de los personajes, egoístas, menesterosos y mezquinos, que rodean a Iván Ilich en su velatorio. Pero, poco a poco, el relato alcanza una intensidad, emoción y hondura impresionantes.

Uno de los grandes temas de la novela realista es la crítica social a la hipocresía de la burguesía y alta nobleza. En Tolstoi, además, es una crítica frente a la supuesta pureza, entereza moral y vitalidad de la vida en el campo.
Comienza el relato en el velatorio de Iván Ilich y se retrocede temporalmente para mostrarnos los comienzos de la vida en sociedad del protagonista: formación, ambición, matrimonio, hijos... En definitiva, la vida de cualquier personaje de los que pueblan cualquier novela del siglo XIX.

La vida de cualquiera de nosotros.

Iván Ilich enferma de cáncer. Sufre dolores atroces que le hacen preguntarse por su condición humana, por el sentido de su vida actual y, finalmente, ante la inminencia de la muerte, por el sentido de toda una vida, su vida, al servicio de los convencionalismos sociales.
No hace falta que diga a qué conclusiones llega.

Éste es un libro que, simplemente, hay que leer:

"Cayo es un ser humano, los seres humanos son mortales, por consiguiente Cayo es mortal, le había parecido legítimo únicamente con relación a Cayo, pero de ninguna manera con relación a sí mismo. Que Cayo -ser humano en abstracto- fuese mortal le parecía enteramente justo; pero él no era Cayo, ni era un hombre abstracto, sino un hombre concreto, una criatura distinta de todas las demás: él había sido el pequeño Vanya para su papá y su mamá, para Mitya y Volodya, [...] ¿Acaso Cayo sabía algo del olor de la pelota de cuero de rayas que tanto gustaba a Vanya? [...] ¿Acaso Cayo besaba de esa manera la mano de su madre? ¿Acaso el fru-frú de seda del vestido de ella le sonaba a Cayo de ese modo?"

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