Deseo, peligro.

Dice David Trueba en las primeras líneas de su estupenda Saber Perder que más peligroso que el deseo mismo es el deseo de desear. Que nace casi sin que nos demos cuenta y que, cuando despierta, lo hace de forma irremediable.
Ha comenzado a soplar:

El deseo trabaja como el viento. Sin esfuerzo aparente. Si encuentra las velas extendidas nos arrastrará a velocidad de vér­tigo. Si las puertas y contraventanas están cerradas, golpeará durante un rato en busca de las grietas o ranuras que le permi­tan filtrarse. El deseo asociado a un objeto de deseo nos conde­na a él. Pero hay otra forma de deseo, abstracta, desconcertan­te, que nos envuelve como un estado de ánimo. Anuncia que estamos listos para el deseo y sólo nos queda esperar, desplega­das las velas, que sople su viento.
Es el deseo de desear.

Comentarios

  1. No sé cuántas veces he recomendado, he regalado ese libro...

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  2. Lo sé, querido Hans, lo sé. Es un gran libro, me atrevo a decir que es un libro necesario a partir de cierta edad.
    Un abrazo.

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