Acceso no autorizado, Belén Gopegui.

Ésta es la primera novela que leo de ella.
Pero no es una desconocida para mí.

Muchos de nosotros llegamos a Belén Gopegui a través de la adaptación de su novela La conquista del aire (1998), que fue llevada al cine por Gerardo Herrero bajo el título de Las razones de mis amigos (2000) y cuyo guión (sí, escribo ‘guión’ y ‘sólo’ con tilde porque me da la gana, paso de normas académicas aborregantes) escribió la actual ministra de cultura Ángeles González Sinde.

En 2004 escribió el guión, ya en solitario, para la película El principio de Arquímedes, también de Gerardo Herrero. A los que estábamos en la treintena por aquel entonces nos caló bien hondo la película. La recién estrenada madurez, las primeras derrotas personales y profesionales, la desilusión ante los sueños alcanzados y el desengaño ante la rutina de la convivencia son algunos de los temas de este talentoso guión.

Pero hay un núcleo temático que a Belén Gopegui le preocupa por encima de todos y que está presente en las dos películas anteriores. Tiene que ver con el compromiso social, la lucha sindical, la lealtad y compañerismo laboral, la ética profesional… Todos los que hayan visto la película saben que se hace un tratamiento un tanto maniqueo en estos temas pero no exento de encanto y, por qué no, de VERDAD.

Y es que 'la verdad' irrumpe en Acceso no autorizado. La novela, ambiciosamente, lleva a su escalafón más alto el tema del compromiso social y político: la protagonista es un trasunto de la exvicepresidenta Teresa Fernández de la Vega. Literariamente es muy mala. Aburrida. Simple. Llena de diálogos velados e insinuaciones que acaban por parecer una suma de acertijos que aburren demasiado como para que queramos resolverlos. Pero hay algo que no se le puede negar a Gopegui: lo que cuenta es verdad. Conozco de muy primera mano los entresijos de la alta política y por eso sé que Gopegui también.

Así que lo que a algunos les parece que puede ser inconveniente o incómodo en la novela, en realidad, adolece de ser excesivamente pacato. Las miserias políticas, que en este caso le toca protagonizar al PSOE, son las mismas en todos los partidos políticos; pero la crítica social y política de la novela, con un conocimiento tan exacto de la intrahistoria del gobierno actual, podría haber sido mucho más directa, certera.  Sin embargo, toda la novela parece una digresión para justificar la tesis final, el momento más lúcido de la trama: el discurso de la recién defenestrada vicepresidenta. En él se revela una verdad que casi nadie desconoce: la política no sirve para casi nada frente al capitalismo. La ineficacia de los gobiernos ante los sistemas financieros.

Y esta verdad de Perogrullo, que en este entorno de crisis económica galopante sabe cualquier hijo de vecino, se hace especialmente vergonzante en las palabras de alguien que, conociendo como es obvio que conoce la alta política, prefiere divagar entre insinuaciones petulantes y verdades sobreentendidas en lugar de poner todo el corazón en el asador.

Si quienes tienen voz para hablar, callan, que dios nos coja confesados, a nosostros y a nuestras hipotecas hiperbólicas.

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