Sintaxis.

Samuel R. Levin, en su libro Estructuras lingüísticas en la poesía, 1991, define la poesía a partir del análisis de las estructuras lingüísticas del lenguaje poético.

Durante siglos hemos intentado definir la poesía como un lenguaje especial, y el lenguaje literario en general como un lenguaje "desviado", "artificioso" respecto del que usamos en la cotidianidad. No voy a resumir las ramas de la crítica que desmienten dicha afirmación, sería como intentar resumir la historia de la teoría del lenguaje literario desde Aristóteles hasta hoy.

La poesía sí que tiene un lenguaje especial, eso es cierto. Pero no es un lenguaje especial frente a otro supuesto tipo de lenguaje, sino que el lenguaje de la poesía (y de la literatura en general) se define desde la subjetividad de cada individuo.

Me explico.

Para Samuel R. Levin, el poeta codifica un mensaje en el poema en forma de sintagmas. Cuando estos sintagmas son leídos crean paradigmas que estructuran emparejamientos léxicos y semánticos que no responden a un criterio objetivo. Responden a la subjetividad del autor.
Estos paradigmas léxico-semánticos son que definen cada poema. Su principal característica es la recurrencia: son paradigmas cuyas asociaciones semánticas redundan en el propio poema. Es un círculo cerrado en que el lector siempre es devuelto al poema. En palabras de Samuel R. Levin: "Es decir, que cada poema genera su propio código, cuyo único mensaje es el poema".

Yendo un poco más allá: el conjunto de los poemas de un autor forman también un paradigma respecto a otros poetas porque  es imposible abstraer y separar, representar por medio de categorías conceptuales y de contornos precisos, el sentido del poema. Las cosas no significan nada en sí mismas. No existe un lenguaje poético universal. Existe la subjetividad: la literatura es su autor y sus lectores.

Todo este rollo para contar que hoy he leído por casualidad un texto.
No contaba nada especial, pero si no supiera estas cosas sobre literatura quizás no me hubiera llamado la atención.

Había algo en la sintaxis del texto, un ritmo y una recurrencia que remitían involuntariamente a lo que no se decía.
En palabras de la gramática generativista: lo que revelaba el texto es la realidad mental que subyacía en la conducta lingüística de su autor.


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