Horchata y fartons.

De la rama valenciana de mi familia nos sube un chorro de sangre que no es de horchata, precisamente.
Algunos lo llevamos con discreción y otros no tanto.
Pero cuando nos reunimos en comidas familiares queda muy claro quiénes nos comemos el fartón enterito así nos dé una indigestión: los del RH valenciano.
Mi padre hacía todo tipo de bromas y confesiones guarras.
Mi tía, a la que era inevitable verle una teta en algún momento (ella se la sacaba), se dedicaba a reclamar a su marido obligaciones matrimoniales que siempre eran deficitarias.

Y es que mi tío es un sangre de horchata.

Pero juro que en mi vida he visto a nadie soportar esas bromas con un sentido del humor tan impecable. Probablemente no he conocido a un padre más entregado a sus hijos, a su mujer, y siempre con una sonrisa en la cara.

El día 1 de agosto comienza quimioterapia. Sé que son cosas que pasan, pero también sé que pocas personas lo merecían menos que él.
Si hace sólo cuatro días que eran tan jóvenes... ¡y tan guapos!

(Mi padre y yo en el Puerto de Sagunto)

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