Cuadrantes que vuelven a cuadrar.

Volvemos a un hospital.
Ni siquiera hace un año que dejamos el último.
Hoy he vuelto a envejecer muy deprisa, como lo hacía entonces, no hace ni un año, mientras paseaba por aquel otro hospital.
Hace casi un año, en aquel otro hospital, no tenía un discurso interior.
Ahora ya sí. Pero lo que me digo a mí misma no me gusta. Y por eso me peleo tanto con Anaïs Nin, me peleo con ella con las manos desnudas, con la piel de los dedos abierta de puro cansancio.
Y ella me sonríe, irónica, desde el otro lado del espejo.

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