La nada cotidiana.

Cuando te sobreviene un suceso trágico se desencadenan fuerzas irracionales que se disputan tu lucidez. Unas veces sucumbes a ellas y otras les plantas cara con una lanza de papel.

Siempre tengo presente el capítulo XVII de la segunda parte del Quijote cuando dice:
"-¿Qué te parece desto, Sancho? -dijo Don Quijote- ¿Hay encantos que valgan contra la verdadera valentía? Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible."

Soy animosa, me esfuerzo, pero cómo luchar/sucumbir cuando abres tus manos y no hay nada. Cuando abres tus ojos y eres consciente, por primera vez, de que todo está ya devastado y el enemigo hace tiempo que pasó por aquí.

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