Bego y Maribel.

Bego siempre sale en las fotos de su infancia con pose retadora. Es pequeña, delgada, aunque nunca ha parecido frágil. Su cabeza delicada apenas parece poder sostener el peso de su cabellera castaña. Sus dedos suaves están coronados por uñas muy cuidadas, siempre bien recortadas.

Escucha atenta las explicaciones de su profesor de arte, especialista en quattrocento italiano, que describe el cuadro La primavera, de Sandro Botticelli. Aunque el cuadro más famoso del pintor es sin duda El nacimiento de Venus, Bego tiene debilidad por esta representación renacentista de la primavera. La mitología le parece un lenguaje capaz de cifrar el mundo de forma poética y racional. El cuadro presenta una escena en la que se simultanean varios tiempos narrativos: desde el soplo cálido de Céfiro que metamorfosea a Cloris en Flora; hasta las nubes impertinentes que quieren perturbar el locus amoenus y que prudentemente retira Mercurio. Venus, enmarcada en la mandorla vegetal, es sobrevolada por Cupido y no sabemos certeramente cuál de Las Tres Gracias va a resultar herida de amor, pero es seguro que alguien va a resultar herido.

La curva limpia del pelo de Maribel, sentada tres mesas más adelante, vibra ligeramente mientras toma apuntes concentrada, sin perder palabra. El hilo de Ariadna de su pelo rubio, trazando el recorrido sinuoso de la sensualidad, se enrosca en el cerebro de Bego, que pierde la concentración de golpe. Al fin suena el timbre y se acaban las clases. En el campus también es primavera y la borra nívea de los chopos flota por todas partes. Saca las gafas de sol y el broncodilatador al presentir el ataque del asma, inspira hondo y dispara la dosis.

-          ¿Te encuentras bien? - pregunta Maribel.
-          Cof, cof, cof, sí, sí, cof, cof - contesta Bego con voz ahogada no precisamente por el asma.
-          Venga, te acompaño al bar y tomamos un vaso de agua – propone Maribel.

“Bendita asma, joder, bendita asma”.

Ya que están en el bar de la Facultad de Filosofía deciden quedarse a comer, al fin y al cabo, la siguiente clase comienza a las cuatro de la tarde y ya son casi las tres. El menú a 4,50 no es que sea gran cosa, pero al menos es divertido escuchar el sainete que representan cada día el camarero loca y el cocinero de la facultad, otra loca, gorda, inmensa, que por las noches protagoniza un espectáculo de travestismo en el único café cantante de la ciudad. Maribel no para de hablar ni un solo momento: que qué harán cuando acaben la carrera, que a ella le gusta el arte, pero que lo que de verdad le moja las bragas es actuar, que su novio es cantante y actor como ella, que están montando un grupo de teatro y eso le quita mucho tiempo de estudio, que le gusta mucho el arte del Siglo de Oro y que está pensando hacer un viaje a Italia a ver pintura y arquitectura con las cuatro perras que les dan por cantar canciones de Luz Casal en bodas horteras, que adora a su hermana pequeña y más a su hermana mayor y a sus sobrinos, que su padre es un farandulero como ella pero que su madre es una estirada y que es la que la obliga a estudiar una carrera, que vamos, que no es que le importe, le gusta mucho el arte, pero que ella va a ser actriz sí o sí, o cantante, o lo que sea, que se monta una orquesta si hace falta, que si quiere pueden quedar a estudiar juntas, que si le apetece, vamos, que se ha fijado en que Bego saca muy buenas notas siempre y que a ella no le vendría mal una ayuda por las tardes, antes de irse a los ensayos del grupo, que se llama Casandra Teatro, y que ya verás qué majos que son, vente esta tarde y los conoces, ¿te gusta el teatro?, ahora estamos haciendo una versión clown de Madame Butterfly, es que te partes, tía, te partes…

A estas alturas de la conversación el pelo de Maribel no es un hilo tenue que se enrosca en el cerebro de Bego, es una madeja que la tiene atada y bien atada a la silla, quién tuviera los tapones de cera de Ulises; a la mierda con todo, sirena, Simonetta, Beatriz, Laura, Botticelli, Dante, Petrarca:

-          Vale, yo me quedo todos los días a comer y estudio en el Seminario de Arte por las tardes, quedamos para estudiar si quieres – interrumpe Bego.
-          ¡Qué guay, tía! – dice Maribel - porque cuando llega la época de exámenes no doy abasto, encima estos tíos, como ellos no estudian, claro, ponen las fechas de las representaciones cuando les viene en gana y, hala, después de cantar en una boda en Alfamén o representar en Vera hasta las tantas de la noche, vete a examinar a las nueve de la mañana con un cuerpo de jota que ni te cuento, eso sí, me pillo unos pedos tremendos cuando salgo de los exámenes, a las penas, puñalás, al menos me olvido del puñertero examen… bla, bla, bla.

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