El primer siglo después de Béatrice, Amin Maalouf.

En realidad han sido dos sentadas en las que me he leído El primer siglo después de Béatrice.
La profesora de ética de mis alumnos les mandó leer esta obra. Ellos, desde su atalaya adolescente "estoy de vuelta de todo" lo calificaron como "rollo", pero el debate que surgió en clase sobre la obra revelaba que no los había dejado indiferentes.

Creo que las fábulas pseudo-morales y de ciencia-ficción me entretienen tanto porque conservo el regusto de los cientos de best-sellers (que eran los libros que había en casa de mis padres) que leí de niña y adolescente.

Algunas de mis favoritas son los clásicos de Orwell -1984- o Huxley -Un mundo feliz-; la desternillante La Guerra de las Salamandras, de Karel Capek y la irónica y genial El maestro y margarita, de Mijail Búlgakov. También La piel fría, de Albert Sánchez Piñol, de la que Olmos o Juan Mal-herido, no recuerdo quién, hizo una reseña favorable (gran mérito para la novela), que no encuentro para enlazarla.

A diferencia de alguna de las anteriores, la fábula moral que ilustra la obra de Maalouf es plausible y está expuesta sin estridencias: la indiferencia del Primer Mundo hacia el resto de los Mundos. Básicamente expone algo que suelo decir a mis alumnos como revulsivo: que nos viene muy bien que se mueran a millones cada día, no hay comida para todos en este planeta. Es un fantástico método de control demográfico.

Sin embargo, lo que más me ha gustado es el tono íntimo, delicioso, en el que se narra la historia de amor entre los personajes.

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