Pasquín de los dos mil suicidas.

Y aquí va el otro poema que más me gustaba de Petisme, el que le escribí a aquel chico de la biblioteca y que nos volvió locos durante una temporada.

"Aquí, de pie, como la Pasionaria versus Henry Miller,
con el corazón, la vejiga y la bragueta
abiertas, declaro abiertas
las puertas del infierno.
Vuelvan a la catacumba los niños estridentes,
a los prostíbulos las bellezas ambulantes,
a los parques las sirenas desahuciadas,
a los semáforos los marineros con monedas deformes,
a las alambradas sus sombreros amarillos,
y a la nave los locos de corazón.
Corten sus raíces los jinetes insensatos,
salgan de la bodega los gamines de mi alma,
den la cara los Cobradores de la Luz,
laven la mercromina de sus campanas cursis,
vomite la llave el Príncipe de las Tinieblas,
si a su derecha Don Quijote, a su siniestra Robinsón,
y los malditos ciegos que golpean mi chepa
revienten en los tangos de Discépolo,
corra la sangre de los cambalaches,
vociferen sus leyendas los amantes del vértigo,
tomen su dosis de fanfarronería,
exhiban en peep-shows las yeguas de la noche
sus misérrimas ideas sobre el techo del placer,
coqueteen con la muerte las perras de San Eustaquio,
abandonen sus frutas enmohecidas
en la cama de los desconocidos,
escriban los poetas insolentes y las moscas rumanas
sobre el difícil arte de los esquivacuerpos,
retornen a las sagas groenlandesas
las falsas tortugas y las islas de los barrios bajos,
apáguense los amigos de arena,
disuélvanse los uniformes cubiertos de confeti,
castiguen ejemplarmente a los que mascan chicle en la noche de bodas,
mueran en Nochebuena los turistas,
nazcan en Viernes Santo los cabrones,
acallen el murmullo de los esclavos al atardecer,
acallen el canto de los pájaros todos,
vuelva la serpiente al palacio de Tombuctú,
canten en los bares de tren los solitarios,
rompa sus cuerdas Camarón en los acantilados,
muerdan el polvo las viudas negras, los cuarenta ladrones
y las muñecas rusas que blanquean dinero,
tráguese Dios sus agujeros negros
y las comadres su big band o big bang,
la música del caos y el E=mc2.

Que las hojas del mundo se plieguen como sueños
o como rebanadas de un sándwich de melaza,
y que nadie recuerda, para nunca jamás,
ni siquiera un segundo, ni un atisbo del tiempo,
ni esta tela de araña, ni al infame de Warhol,
ni la luz de tus ojos, ni el sueño de McDonald,
ni las fosas comunes, ni los tigres de Rousseau,
ni los becerros de oro, ni la voz del King Cróele,
ni el cielo de Berlín, ni los bikinis de samotracia,
ni la hinchazón de tu vientre, ni el veneno de Kerouac,
ni los mares del sur de Gauguin y Jack London,
ni nada parecido a esta morralla de mandolinas en mis sienes,
a esta resaca de perfumes de cedro libanés,
esa parada en el Bagdad Café,
esta sonrisa hidratante en los labios.

Que al echar las monedas no suene la canción,
que todo se quede en un parco misterio,
que ni siquiera nos desole el viento de los perdedores,
ni la bilis negra de la melancolía,
y que nadie recuerde, para nunca jamás, ni siquiera un segundo,
ni la luz de tus ojos, ni mi bragueta abierta;
nadie se atreva a abrir las puertas del infierno:
dos mil suicidas llaman cada día."

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