De Sade, Bolaño, BDSM y novela rosa contemporánea.
Estas
semanas he surfeado –no se me ocurre
otro término metafórico que defina mejor el modo en el que he mantenido en
equilibrio mis emociones ante estas lecturas- sobre Juliette (1796), del Marqués de Sade; bibliografía específica sobre
Bolaño que lo analiza desde un punto de vista intermedio entre Kant y Sade; Diario de una sumisa (2013), de Sophie
Morgan; Historia de O (1954), de
Pauline Réage y Pídeme lo que quieras
(I y II) (2012), de Megan Maxwell. Estos dos últimos a petición insistente y
procaz de una de las madres de mi grupo de Whatsapp “mamás del cole” (oh, qué
gran tema este de los grupos de whatsapp).
Del
Marqués de Sade poco se puede decir que no se haya dicho ya. Anima y perturba
su violento rechazo de cualquier ideología, moral o costumbre social convencional
que coarte los deseos profundos del hombre. Se echa de menos algo de fluidez
que desdibuje la transición entre los fragmentos descriptivos de prácticas
sexomorales depravadas a modo de exempla y las disertaciones filosóficas que
los sostienen. A Sade hay que leerlo muy poco a poco para que podamos ir
equilibrando nuestros pobres prejuicios de vida burguesa ante la solidez
absoluta, brillante, de una moral que defiende ante todo la libertad del espíritu
y de la carne.
Pauline
Réage en Historia de O apunta también hacia el concepto de libertad: el esclavo
está destinado a ser también amo de quien lo somete, por un lado; por otro, la grandeza y
la alegría –libertad, al fin y al cabo- de abandonarse a la voluntad ajena y
verse libre de intereses y complejos personales. La
narración es absolutamente deliciosa; nuestra O es uno de los personajes más
complejos y delicados de la historia de la literatura. Hay que avanzar de su
mano moralmente desnudos para poder disfrutar y reflexionar sobre los múltiples
niveles de profundidad psicológica y ética de la obra.
Diario
de una sumisa me ha trasportado en cierto modo a la película Un método
peligroso. La experiencia sexoamorosa de la protagonista es diferente a las
dos anteriores, en las cuales Juliette y O eligen un camino de libertad sobre
el que fundar sus relaciones y visión de mundo. En este caso, como en el de
Sabina Spielrein en la película, el origen de la excitación sexual a través del
ejercicio de la la violencia tiene un origen “patológico”, por decirlo de algún
modo. Dicha excitación es innata, previa a cualquier elaboración intelectual
sobre la propia afectividad sexual. En cualquier caso es un libro muy pobre, lo
único interesante es que insiste mucho en la disociación entre lo racional y lo
emocional en estas prácticas sexuales –en los demás ámbitos emocionales de su
vida no es sumisa-.
Y
luego tenemos la explosión de felicidad absoluta de las novelas rosas de Megan
Maxwell. Aunque deja fuera todo lo que tenga que ver con el BDSM, ofrece una
perspectiva valiente sobre el mundo liberal y sus relaciones. El argumento, más
que previsible: riquísimo y guapísimo príncipe azul propone una vida de sexo,
lujo y aventura a una chica TAN simpática, oye, pero TAN simpática… En fin, los
millones de lugares comunes del amor romántico. Pero lo que realmente me da qué
pensar es por qué aparecen estos escenarios en las novelas rosa contemporáneas
–me refiero al sexo liberal en esta saga o al tímido BDSM de 50 sombras-. Por
qué estas novelas tienen agarradas por los ovarios a un montón de mujeres que no
responden a estos perfiles ni de lejos y que, sin embargo, cuando hablan de ellas, salivan. Literalmente.
Interesante.
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