Tokio Blues, Nada y el existencialismo.
Mis "obligaciones literarias" como bibliotecaria del instituto han abierto un paréntesis (otro) en la lectura de Los detectives salvajes. Un paréntesis que he dedicado a leer Nada, de Jane Teller, y a releer Tokio Blues, de Haruki Murakami.
Nada es una novela juvenil que se publicó por primera vez en Dinamarca en el año 2000 y que todavía hoy causa polémica.
Pierre Anthon descubre con 14 años que la existencia humana no tiene sentido y decide, para demostrarlo a sus compañeros de clase, subirse a un ciruelo y no hacer nada: "¿Por qué no reconocer de inmediato que nada importa y disfrutar de la nada presente?"
Agnes, nuestra narradora, Sofie, Hussein, Jan-Johan, Elise, Rosa, Frederik, Gerda, Ole, el gran Hans y el piadoso Kai se proponen demostrar a Pierre Anthon lo equivocado que está, se proponen demostrarle que hay cosas que sí importan y dan sentido a nuestra existencia.
En la búsqueda del verdadero significado de la existencia humana, se genera una escalada de violencia y frustración de consecuencias impredecibles para los protagonistas: pérdida de la inocencia, muerte, amor, impiedad, el conflicto entre espiritualidad y capitalismo...
Cualquier cosa es válida para combatir el nihilismo descarnado de Pierre Anthon.
No cuento el desenlace.
Un lector avezado, a estas alturas, ya sabe cuál es.
Absolutamente recomendable para adolescentes.
Tokio Blues, del que reitero todo lo que dije de él en 2006 (1) cuando lo leí, nos presenta a un Watanabe que busca y encuentra el sentido a su existencia de la única forma plausible para el ser humano desde mi punto de vista: desde la subjetividad.
(1) Un raro blues el de Haruki Murakami. Al comienzo de lectura de Tokio Blues me dije:
- Buenoooooooo, ya estamos con la típica historia de amor entre un adolescente y una hermosa princesita altiva y/o confusa”, contra la que, invariablemente, el adolescente sublima sentimientos que ni siquiera tienen que ver con el amor y que acaba en desengaño -.
Sin embargo, conforme avanza la novela, asisto, creo que por primera vez, a la deconstrucción del imaginario sentimental occidental. Me explico.
Un implacable/impecable Watanabe-Haruki Murakami narra, con maravillosa sencillez y economía retórica, una historia de crecimiento personal en la que los personajes aparecen despojados de todo sentimentalismo y romanticismo caduco y se muestran en toda su candorosa desnudez, literal y metafórica.
La ternura (que abunda en la novela) sólo se muestra a través de los diálogos de los personajes, al igual que el resto de los sentimientos. Es en la libertad de estos personajes donde el lector crece y se libera del narrador.
Nada es una novela juvenil que se publicó por primera vez en Dinamarca en el año 2000 y que todavía hoy causa polémica.
Pierre Anthon descubre con 14 años que la existencia humana no tiene sentido y decide, para demostrarlo a sus compañeros de clase, subirse a un ciruelo y no hacer nada: "¿Por qué no reconocer de inmediato que nada importa y disfrutar de la nada presente?"
Agnes, nuestra narradora, Sofie, Hussein, Jan-Johan, Elise, Rosa, Frederik, Gerda, Ole, el gran Hans y el piadoso Kai se proponen demostrar a Pierre Anthon lo equivocado que está, se proponen demostrarle que hay cosas que sí importan y dan sentido a nuestra existencia.
En la búsqueda del verdadero significado de la existencia humana, se genera una escalada de violencia y frustración de consecuencias impredecibles para los protagonistas: pérdida de la inocencia, muerte, amor, impiedad, el conflicto entre espiritualidad y capitalismo...
Cualquier cosa es válida para combatir el nihilismo descarnado de Pierre Anthon.
No cuento el desenlace.
Un lector avezado, a estas alturas, ya sabe cuál es.
Absolutamente recomendable para adolescentes.
Tokio Blues, del que reitero todo lo que dije de él en 2006 (1) cuando lo leí, nos presenta a un Watanabe que busca y encuentra el sentido a su existencia de la única forma plausible para el ser humano desde mi punto de vista: desde la subjetividad.
(1) Un raro blues el de Haruki Murakami. Al comienzo de lectura de Tokio Blues me dije:
- Buenoooooooo, ya estamos con la típica historia de amor entre un adolescente y una hermosa princesita altiva y/o confusa”, contra la que, invariablemente, el adolescente sublima sentimientos que ni siquiera tienen que ver con el amor y que acaba en desengaño -.
Sin embargo, conforme avanza la novela, asisto, creo que por primera vez, a la deconstrucción del imaginario sentimental occidental. Me explico.
Un implacable/impecable Watanabe-Haruki Murakami narra, con maravillosa sencillez y economía retórica, una historia de crecimiento personal en la que los personajes aparecen despojados de todo sentimentalismo y romanticismo caduco y se muestran en toda su candorosa desnudez, literal y metafórica.
La ternura (que abunda en la novela) sólo se muestra a través de los diálogos de los personajes, al igual que el resto de los sentimientos. Es en la libertad de estos personajes donde el lector crece y se libera del narrador.
Una lectura que me desperto muchos fantasmas y fue, aparte de mi estreno con murakami,por lo que definitivamente casi no termino de ver el final del verano de 2015. Esa sensación opiácea que iba in crescendo a medida que iba desarrollándose la historia y de la cual no te percatas hasta que te ves atrapado procuraré tenerla en cuenta para, cuando se me olvide lo suficiente, atreverme de nuevo con este autor.
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